Uno debería de ser consciente de estas cosas, de cuándo algo acaba, de cuándo empieza y de cuándo sigue en pie. Pero ni siquiera el humano es capaz de retener algo que ya no existe, o de poder ver más allá de lo que vive, para su (nuestra) desgracia.
Casi siempre son los otros, tanto vivos como muertos, de verdad o imaginarios, los que traen consigo este tipo de reflexiones o incluso deseos materializados (sueños), cuyos brazos a veces no vemos y, aunque amables, muchas veces peligrosos.
Es por esto que el mundo se acaba, amigo, y por lo que aún, tanto tú como yo, como muchos más en el mundo, creemos que vivimos.
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